Inmersion Mesias - Flipbook - Página 120
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INMERSIÓN
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MESÍAS
22:17–23:3
esperas? Levántate y bautízate. Queda limpio de tus pecados al invocar el
nombre del Señor”.
»Después de regresar a Jerusalén y, mientras oraba en el templo, caí
en un estado de éxtasis. Tuve una visión de J esús, quien me decía: “¡Date
prisa! Sal de Jerusalén, porque la gente de aquí no aceptará tu testimonio
acerca de mí”.
»“Pero S eñor —argumenté—, seguramente ellos saben que, en cada
sinagoga, yo encarcelé y golpeé a los que creían en ti. Y estuve totalmente
de acuerdo cuando mataron a tu testigo Esteban. Estuve allí cuidando los
abrigos que se quitaron cuando lo apedrearon”.
»Pero el Señor me dijo: “¡Ve, porque yo te enviaré lejos, a los gentiles!”».
La multitud escuchó hasta que Pablo dijo esta palabra. Entonces todos
comenzaron a gritar: «¡Llévense a ese tipo! ¡No es digno de vivir!». Gri
taron, arrojaron sus abrigos y lanzaron puñados de polvo al aire.
El comandante llevó a Pablo adentro y ordenó que lo azotaran con láti
gos para hacerlo confesar su delito. Quería averiguar por qué la multitud se
había enfurecido. Cuando ataron a Pablo para azotarlo, Pablo le preguntó
al oficial que estaba allí:
—¿Es legal que azoten a un ciudadano romano que todavía no ha sido
juzgado?
Cuando el oficial oyó esto, fue al comandante y le preguntó: «¿Qué está
haciendo? ¡Este hombre es un ciudadano romano!».
Entonces el comandante se acercó a Pablo y le preguntó:
—Dime, ¿eres ciudadano romano?
—Sí, por supuesto que lo soy —respondió Pablo.
—Yo también lo soy —dijo el comandante entre dientes—, ¡y me costó
mucho dinero!
Pablo respondió:
—¡Pero yo soy ciudadano de nacimiento!
Los soldados que estaban a punto de interrogar a Pablo se retiraron
velozmente cuando se enteraron de que era ciudadano romano, y el co
mandante quedó asustado porque había ordenado que lo amarraran y lo
azotaran.
Al día siguiente, el comandante ordenó que los sacerdotes principales se
reunieran en sesión con el Concilio Supremo judío. Quería averiguar de
qué se trataba el problema, así que soltó a Pablo para presentarlo delante
de ellos.
Mirando fijamente al Concilio Supremo, Pablo comenzó: «Hermanos,
¡siempre he vivido ante Dios con la conciencia limpia!».
Al instante, Ananías, el sumo sacerdote, ordenó a los que estaban cerca
de Pablo que lo golpearan en la boca. Pero Pablo le dijo: «
¡Dios te golpeará
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