Inmersion Mesias - Flipbook - Página 111
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L U C A S – H echos
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necesidad. Él es quien da vida y aliento a todo y satisface cada necesidad.
De un solo hombre creó todas las naciones de toda la tierra. De antemano
decidió cuándo se levantarían y cuándo caerían, y determinó los límites
de cada una.
»Su propósito era que las naciones buscaran a Dios y, quizá acercándose
a tientas, lo encontraran; aunque él no está lejos de ninguno de nosotros.
Pues en él vivimos, nos movemos y existimos. Como dijeron algunos de
sus propios poetas: “Nosotros somos su descendencia”. Y, como esto es
cierto, no debemos pensar en D
ios como un ídolo diseñado por artesanos
y hecho de oro, plata o piedra.
»En la antigüedad Dios pasó por alto la ignorancia de la gente acerca
de estas cosas, pero ahora él manda que todo el mundo en todas partes se
arrepienta de sus pecados y vuelva a él. Pues él ha fijado un día para juzgar
al mundo con justicia por el hombre que él ha designado, y les demostró a
todos quién es ese hombre al levantarlo de los muertos».
Cuando oyeron a Pablo hablar acerca de la resurrección de los muertos,
algunos se rieron con desprecio, pero otros dijeron: «Queremos oír más
sobre este tema más tarde». Con esto terminó el diálogo de Pablo con
ellos, pero algunos se unieron a él y se convirtieron en creyentes. Entre
ellos estaban Dionisio —un miembro del Concilio—, una mujer llamada
Dámaris y varios más.
Después Pablo salió de Atenas y fue a Corinto. Allí conoció a un judío
llamado Aquila, nacido en la región del Ponto, quien estaba recién
llegado de Italia junto con su esposa, Priscila. Habían salido de Italia
cuando Claudio César deportó de Roma a todos los judíos. Pablo se
quedó a vivir y a trabajar con ellos, porque eran fabricantes de carpas
al igual que él.
Cada día de descanso, Pablo se encontraba en la sinagoga tratando de
persuadir tanto a judíos como a griegos. Después de que Silas y Timoteo
llegaron de Macedonia, Pablo pasó todo el tiempo predicando la pala
bra. Testificaba a los judíos que Jesús era el Mesías; pero cuando ellos
se opusieron y lo insultaron, Pablo se sacudió el polvo de su ropa y dijo:
«La sangre de ustedes está sobre sus propias cabezas; yo soy inocente.
De ahora en adelante iré a predicar a los gentiles».
Entonces salió de allí y fue a la casa de Ticio Justo, un gentil que ado
raba a Dios y que vivía al lado de la sinagoga. Crispo, el líder de la si
nagoga, y todos los de su casa creyeron en el S eñor. Muchos otros en
Corinto también escucharon a Pablo, se convirtieron en creyentes y fue
ron bautizados.
Una noche, el Señor le habló a Pablo en una visión y le dijo: «¡No tengas
miedo! ¡Habla con libertad! ¡No te quedes callado! Pues yo estoy contigo,
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