Inmersion Mesias - Flipbook - Página 108
96
INMERSIÓN
•
MESÍAS
16:13-30
El día de descanso nos alejamos un poco de la ciudad y fuimos a la orilla de
un río, donde pensamos que la gente se reuniría para orar, y nos sentamos
a hablar con unas mujeres que se habían congregado allí. Una de ellas era
Lidia, de la ciudad de Tiatira, una comerciante de tela púrpura muy cos
tosa, quien adoraba a Dios. Mientras nos escuchaba, el Señor abrió su co
razón y aceptó lo que Pablo decía. Ella y los de su casa fueron bautizados,
y nos invitó a que fuéramos sus huéspedes. «Si ustedes reconocen que soy
una verdadera creyente en el S eñor —dijo ella—, vengan a quedarse en mi
casa». Y nos insistió hasta que aceptamos.
Cierto día, cuando íbamos al lugar de oración, nos encontramos con una
joven esclava que tenía un espíritu que le permitía adivinar el futuro. Por
medio de la adivinación, ganaba mucho dinero para sus amos. Ella seguía
a Pablo y también al resto de nosotros, gritando: «Estos hombres son
siervos del Dios Altísimo y han venido para decirles cómo ser salvos».
Esto mismo sucedió día tras día hasta que Pablo se exasperó de tal ma
nera que se dio la vuelta y le dijo al demonio que estaba dentro de la joven:
«Te ordeno, en el nombre de Jesucristo, que salgas de ella». Y al instante
el demonio la dejó.
Las esperanzas de sus amos de hacerse ricos ahora quedaron destrui
das, así que agarraron a Pablo y a Silas y los arrastraron hasta la plaza del
mercado ante las autoridades. «¡Toda la ciudad está alborotada a causa
de estos judíos! —les gritaron a los funcionarios de la ciudad—. Enseñan
costumbres que nosotros, los romanos, no podemos practicar porque son
ilegales».
Enseguida se formó una turba contra Pablo y Silas, y los funcionarios de
la ciudad ordenaron que les quitaran la ropa y los golpearan con varas de
madera. Los golpearon severamente y después los metieron en la cárcel.
Le ordenaron al carcelero que se asegurara de que no escaparan. Así que
el carcelero los puso en el calabozo de más adentro y les sujetó los pies en
el cepo.
Alrededor de la medianoche, Pablo y Silas estaban orando y cantando
himnos a D
ios, y los demás prisioneros escuchaban. De repente, hubo un
gran terremoto y la cárcel se sacudió hasta sus cimientos. Al instante, todas
las puertas se abrieron de golpe, ¡y a todos los prisioneros se les cayeron
las cadenas! El carcelero se despertó y vio las puertas abiertas de par en
par. Dio por sentado que los prisioneros se habían escapado, por lo que
sacó su espada para matarse; pero Pablo le gritó: «¡Detente! ¡No te mates!
¡Estamos todos aquí!».
El carcelero pidió una luz y c orrió al calabozo y cayó temblando ante
Pablo y Silas. Después los sacó y les preguntó:
—Señores, ¿qué debo hacer para ser salvo?
InmersionMesias_NTV.indd 96
8/18/2017 8:41:37 AM