Inmersion Mesias - Flipbook - Página 101
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L U C A S – H echos
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Paulo, quien era un hombre inteligente. El gobernador invitó a Bernabé
y a Saulo para que fueran a verlo, porque quería oír la palabra de Dios;
pero Elimas, el hechicero (eso es lo que significa su nombre en griego),
se entrometió y trataba de persuadir al gobernador para que no prestara
atención a lo que Bernabé y Saulo decían. Trataba de impedir que el go
bernador creyera.
Saulo, también conocido como Pablo, fue lleno del Espíritu Santo y
miró al hechicero a los ojos. Luego dijo: «¡Tú, hijo del diablo, lleno de
toda clase de engaño y fraude, y enemigo de todo lo bueno! ¿Nunca dejarás
de distorsionar los caminos verdaderos del Señor? Ahora mira, el Señor ha
puesto su mano de castigo sobre ti, y quedarás ciego. No verás la luz del
sol por un tiempo». Al instante, neblina y oscuridad cubrieron los ojos
del hombre, y comenzó a andar a tientas, mientras suplicaba que alguien
lo tomara de la mano y lo guiara.
Cuando el gobernador vio lo que había sucedido, se convirtió, pues
quedó asombrado de la enseñanza acerca del Señor.
Luego Pablo y sus compañeros salieron de Pafos en barco rumbo a Panfilia
y desembarcaron en la ciudad portuaria de Perge. Allí Juan Marcos los dejó
y regresó a Jerusalén; pero Pablo y Bernabé siguieron su viaje por tierra
adentro hasta Antioquía de Pisidia.
El día de descanso fueron a las reuniones de la sinagoga. Después de las
lecturas acostumbradas de los libros de Moisés y de los profetas, los que
estaban a cargo del servicio les mandaron el siguiente mensaje: «Herma
nos, si tienen alguna palabra de aliento para el pueblo, ¡pasen a decirla!».
Entonces Pablo se puso de pie, levantó la mano para hacer que se calla
ran y comenzó a hablar: «Hombres de Israel —dijo— y ustedes, gentiles
temerosos de Dios, escúchenme.
»El Dios de esta nación de Israel eligió a nuestros antepasados e hizo
que se multiplicaran y se hicieran fuertes durante el tiempo que pasaron
en Egipto. Luego, con brazo poderoso los sacó de la esclavitud. Tuvo que
soportarlos durante los cuarenta años que anduvieron vagando por el de
sierto. Luego destruyó a siete naciones en Canaán y le dio su t ierra a I srael
como herencia. Todo esto llevó cerca de cuatrocientos cincuenta años.
»Después de eso, Dios les dio jueces para que gobernaran hasta los días
del profeta Samuel. Luego el pueblo suplicó por un rey, y Dios les dio a Saúl,
hijo de Cis, un hombre de la tribu de Benjamín que reinó durante cuarenta
años. Pero D
ios quitó a Saúl y lo reemplazó con D
avid, un hombre de quien
Dios dijo: “He encontrado en David, hijo de Isaí, a un hombre conforme a
mi propio corazón; él hará todo lo que yo quiero que haga”.
»Y es precisamente uno de los descendientes del rey David, Jesús, ¡el
Salvador de I srael prometido por D
ios! Antes de que él viniera, Juan el
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