Biblia de estudio Swindoll | Evangelio de Juan - Flipbook - Página 44
J U A N 19 : 2 2
1392
IGLESIA
DEL SANTO
SEPULCRO
Sentir nuestra
necesidad de
un Salvador
JUAN 19
Río
Jordán
Jerusalén
Belén
ISRAEL
Hebrón
Mar
Muerto
JORDANIA
La entrada principal de la Iglesia del Santo Sepulcro, edificada en
la ubicación tradicional de la crucifixión y resurrección de Jesús
COMENZANDO TAN TEMPRANO COMO EL PRIMER SIGLO, los cristianos han
venerado el lugar donde se encuentra la Iglesia del Santo Sepulcro como el lugar
donde Jesucristo murió y resucitó. Tanto en arameo como en hebreo el nombre del
lugar —Gólgota (Calvariae en latín)— tiene ecos de muerte en su significado: «Lugar
de la Calavera» (Jn 19:17). Aunque los opositores del cristianismo, desde el emperador romano Adriano hasta el califa al-Hakim de Egipto, han intentado destruir su
memoria, inconscientemente han ayudado a conservar la importancia del lugar.
Durante el cuarto siglo, Constantino construyó una iglesia en el sitio para inmortalizar el lugar de la resurrección de Cristo. La iglesia ha sido construida, reconstruida
y extendida. (Mucho de lo que se ve hoy proviene del período de las Cruzadas).
Distintas religiones, grupos étnicos y sectas han cubierto todo el lugar original.
Muchos cristianos hoy sienten tanto rechazo hacia la religiosidad y el tradicionalismo de las actividades en la Iglesia del Santo Sepulcro que rechazan la autenticidad
del lugar, a pesar de la abrumadora evidencia histórica que propone lo contrario. La
iglesia parece bastante extraña para los que están acostumbrados a la adoración occidental. Los íconos de oro, los cánticos de los sacerdotes y el fuerte incienso llenan los
espacios entre las paredes de piedra, oscuras y frías. Seis sectas cristianas distintas
se disputan las actividades dentro de ella. En ocasiones, incluso han surgido peleas
territoriales con golpes de puño.
Si no tenemos cuidado, nuestro carácter puede parecer muy similar a la Iglesia del
Santo Sepulcro. Un mundo que observa podría ver solo nuestra hipocresía y, por lo
tanto, perder la oportunidad de conocer a nuestro Salvador. Nuestras vidas deberían
ser puertas para que los demás lleguen a Dios, no barreras de religiosidad que tengan
que rebasar para ver el evangelio. Cuán irónico es que la Iglesia del Santo Sepulcro
demuestre tener la misma necesidad del acontecimiento que está reverenciando: la
muerte de Cristo en la cruz. Necesitamos un Salvador, y nuestro pecado lo revela.