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Viajeros en el territorio
El pueblo Wayúu, perteneciente a la familia lingüística arawak, se desplazó hacia la
actual península de La Guajira -desde el año 150 a. d. C.- proveniente de la región de
la Amazonía, en cercanías de la orinoquía, Amazonía, e incluso, y algunos territorios
del Brasil. Algunas fuentes han descrito el origen de este movimiento a causa de
enfrentamientos con comunidades arekuna, de la familia lingüística caribe, lo
cual los habría obligado a desplazarse hacia el norte en busca de un nuevo lugar de
asentamiento.
De tal manera que, al llegar a esta zona desértica del norte, iniciaron procesos de
arraigo entre los cuales, desde su cosmovisión, desarrollaron actividades asociadas
a la pesca en el océano estuarios o bocas de ríos al mar y lagunas costeras. De tal
manera que quiénes habitan cerca a las costas tienen unas dinámicas de oficios y
cultura alimentaria muy diferente a los que habitan cerca a la serranía y alta Guajira.
Tanto peces como crustáceos, almejas, carnes de ostras perlíferas y tortugas hicieron
parte de esta cultura alimentaria prehispánica, así como las actividades de caza en
variedades de animales rastreros, aves y diferentes tipos de mamíferos del desierto,
entre los mencionados están los venados y conejos. Por otra parte, se escuchan
relatos sobre prácticas usuales de
recolección de frutos silvestres de los diferentes ecosistemas de la península, costas,
sabanas y sierra.
De acuerdo con relatos de algunos cronistas de indias, varios grupos indígenas
habitaron la península hasta la llegada de los españoles, sin embargo, en el período
siguiente pareciera que esas diferentes comunidades, teniendo como base de fondo
la península y el desierto, adquirieron una única identidad. no obstante, existen
algunas diferencias en matices de la lengua de las comunidades de la alta Guajira y
serranía, respecto de los que están en el centro y sur del departamento.
Posteriormente, durante el proceso de conquista y colonia, la comunidad Wayúu
tuvo fuertes tensiones con los españoles, pero relaciones menos antagónicas con
otros colonizadores como ingleses, holandeses e incluso franceses. De esta
manera, ingresaron al territorio nuevas dinámicas económicas asociadas a
la domesticación y comercialización de ganado vacuno, caballar y burros
traídos por los europeos que se usaban en ocasiones a cambio de tierras.
Comienza un período en el que se fortalecen labores agrícolas, hortícolas
y al mismo tiempo se inicia una importante etapa para el comercio en
torno a las perlas.
Posteriormente, hacia finales del siglo XIX y comienzos del XX entra
con mayor fuerza la adquisición y comercialización de cabras y ovejos,
transformando dinámicas sociales, culturales e incluso topográficas en
el territorio. Muchos de los territorios antes destinados a caza, pesca
y agricultura fueron convirtiendo su quehacer hacia el pastoreo. La
posesión de cabras y ovejos cambio radicalmente la vida en el desierto para
comienzos del siglo XX, puesto que tener este tipo de animales era semejante
a disfrutar de un capital simbólico de jerarquía y riqueza, lo cual contribuía en la
segmentación de la sociedad que se hizo evidente en la manera de vivir, en sus tipos
de vivienda, en sus joyas y fundamentalmente, en la cultura alimentaria.
Tres productos son centrales en la cultura de la alimentación local, así como en
zonas más amplias del Caribe colombiano y Gran Caribe meso americano: maíz,
fríjol y ahuyama. Además del protagonismo de esta tríada de la alimentación, otros
productos -aún en la actualidad- hacen parte de esa cultura alimentaria y constitutivos
de las dietas tradicionales tales como yuca, ají, malanga y una gran variedad de frutos
del desierto y plantas silvestres.
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A pesar de los embates sufridos durante la conquista y la colonia, pareciera que ha
sido en la etapa republicana, y a lo largo de los siglos XX y XXI, en que el pueblo
Wayúu comenzó a evidenciar de manera mucho más contundente el impacto
cultural de occidente en su cosmovisión, vida cultural, social y económica.
De esta forma hemos sido testigos de su transformación en términos
de sus costumbres, prácticas culturales y sociales, así como una
descomposición de la cosmovisión originaria de su etnia.
Estos cambios se han podido evidenciar, en su vida cotidiana general,
pero particularmente en su cultura alimentaria. Las prácticas fueron
evidentes a lo largo de nuestras visitas a las diferentes rancherías
de Uribia, Maicao y Manaure, como también en conversaciones
con demás actores reconocidos y legítimos del territorio como
Guillermo Ojeda, actual líder de la Junta Mayor Autónoma de
Palabreros, en Maicao. Según Ojeda, existen diferentes factores
extrínsecos que han quebrado la sostenibilidad y la cultura alimentaria
local: proyectos mineros, inicialmente la extracción petrolera en Venezuela
y posteriormente de carbón en Colombia, que terminaron insertando a la
población Wayúu en las lógicas de trabajo asalariado, creando una fractura en
los sistemas de trasmisión de saberes y valores de su cosmovisión y generando una
dependencia de estas fuentes de obtención de recursos en un altísimo porcentaje
de la población, lo cual genero un impacto negativo en los ingresos y posterior
desocupación de varias generaciones de pobladores tanto en el territorio de Zulia en
Venezuela, como en la Guajira colombiana. Otras variables mencionadas por Ojeda,
que han incidido muy poderosamente en la crisis alimentaria y cultural del pueblo
Wayúu son el conflicto armado, ganadería y agricultura intensiva y comercio informal
de productos como combustibles para automóviles, que no solamente han afectado
la cultura material sino muy dramáticamente las estructuras sociales, culturales y
espirituales de la cosmovisión ancestral.
Estos factores han hecho un impacto irreversible en los valiosos recursos naturales
que dieron sustento por cientos de años a esta población, de tal manera que se ha
provocado una verdadera crisis en cuanto a su seguridad y soberanía alimentaria.
Uno de los factores intrínsecos que atenúa y pone en peligro la cultura local es el
desconocimiento de la importancia de sus costumbres ancestrales y la predilección
por la cultura externa, causando que un número importante de personas que cuentan
con conocimientos ancestrales disminuya, dado que por lo general son adultos
mayores, quienes al no hallar conexión ni interés con las nuevas generaciones para
que estas logren heredar sus prácticas y conocimientos, se ven obstaculizadas para
perpetuar sus sapiencias.
Bajo el influjo de estas nuevas dinámicas, principalmente por la escasez y falta de
recursos, se han venido desarticulando las tradicionales estructuras sociales claniles
y, por ende, se han ocasionado grandes desplazamientos internos hacia las cabeceras
municipales en busca de mejores condiciones de vida y otras oportunidades de
subsistencia. La descomposición cultural de la cosmovisión, el desconocimiento
de las nuevas generaciones, de sus costumbres ancestrales y las nuevas plataformas
digitales de consumo cultural y comercial, han mostrado cómo, en un alto porcentaje,
las nuevas generaciones de miembros de la comunidad se han alejado de las cinco
manifestaciones, mencionadas arriba, que históricamente estructuraron el orden
social y su sistema normativo tradicional. Finalmente, de manera progresiva, muchos
de los miembros de familias y clanes se han convertido en objetivo de control
ideológico desde iglesias cristianas y evangélicas, así como también han ingresado a
los nuevos circuitos de consumo de servicios tecnológicos, productos industriales y
alimentos ultra procesados.
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