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INMACULADA EGIDO GÁLVEZ / TRANSFORMAR EL CENTRO ESCOLAR EN UNA COMUNIDAD
abriendo camino en el nuestro, resulta fundamental para intercambiar
experiencias pedagógicas y planiocar nuevos modelos de organización y
gestión escolar, así como para diseñar recursos acordes con la realidad a
la que deben responder los centros (Azorín, 2019). Con una organización
horizontal, se facilita la existencia de una estructura de intercambio, de
relación y de cooperación entre todos los participantes, de modo que se
fomenta la comunicación renexiva y se promueven procesos innovadores y participativos de los profesionales. De ese modo, se incrementan las
capacidades individuales y colectivas del profesorado, contribuyendo a la
puesta en práctica de innovaciones duraderas que conducen a la mejora
en los centros (Stoll y Louis, 2007). El apoyo mutuo entre centros escolares, respetando la autonomía de cada escuela, permite impulsar proyectos con puntos comunes, que son capaces de redundar en el progreso de
los propios centros y del conjunto del entorno.
Por otra parte, la creación de espacios de encuentro entre el centro escolar y otros actores sociales y culturales de la comunidad local es también
una estrategia que puede contribuir a la puesta en práctica de un proyecto
educativo que favorezca el desarrollo integral de los estudiantes. En los
centros situados en contextos en desventaja, el entorno local suele caracterizarse por la existencia de mayores demandas y expectativas hacia la
acción del propio centro escolar que en otros contextos, por lo que es preciso trabajar de forma colectiva para derribar las barreras que a menudo
separan la institución escolar de las necesidades sociales que la circundan.
Pero, a su vez, ese entorno ofrece también un conjunto de posibilidades
que pueden estar a disposición de las propias escuelas. La colaboración
con personas, entidades y organismos locales, partiendo de una perspectiva de capacidad y buscando deliberadamente oportunidades de trabajo
conjunto, puede proporcionar un apoyo externo que permite a los centros alcanzar sus objetivos, como han demostrado experiencias de éxito
(Bellei et al., 2004).
En la búsqueda de oportunidades para el alumnado que se encuentra
en situación de desventaja, la conexión con otras entidades del entorno
incrementa la disponibilidad de recursos humanos y materiales, y abre
vías de interacción que pueden servir para mejorar la oferta de actividades escolares y extraescolares y para desarrollar iniciativas creativas que
apoyen el aprendizaje, además de contribuir a la integración futura de los
estudiantes en la sociedad. A su vez, la apertura del centro a la comunidad
en la que está inmerso beneocia también a esta, ya que la escuela puede
impulsar el desarrollo comunitario y alcanzar a sectores a los que resulta
difícil acceder por otras vías.
En síntesis, como se ha indicado, el liderazgo LEI promueve la creación de una comunidad educativa abierta, en la que se busca la partici-
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