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Universo espiri琀甀al y cul琀甀ra a氀椀mentaria
Así como la palabra, los sueños también son muy
trascendentales para el pueblo Wayúu, a través de ellos, se
pueden comunicar con el espíritu de los ancestros que han
ido a otro plano; en los sueños también se pueden identificar
situaciones que se advierten como peligros o rutas de
solución de problemas como una hambruna o alternativas
para curar una enfermedad, por ejemplo. Las autoridades
espirituales Ouutsü son mujeres que han heredado la
intuición y el conocimiento ancestral; entre otras acciones
dentro de sus clanes, son capaces de interpretar los sueños
y de realizar rituales revelados en los mismos.
Los roles que hombres y mujeres desempeñan en la
comunidad están influenciados por los mismos principios.
Mma, al ser quien germina y cuida las semillas, da sentido al
papel de la mujer en el cuidado de la familia y la recolección
de alimento o agua (Jayariyú, 2013). La mujer también
es conocedora del espacio invisible como el sueño y el
conocimiento sobre las plantas, el trabajo con la arcilla y el
tejido. Por otro lado, Juyaa, al ser responsable de fecundar
y moverse por el territorio, relaciona al hombre con los
animales, la palabra, la naturaleza, esencia del espacio
visible (Junta Mayor de Palabreros, 2009).
A diferencia de muchas sociedad, la mujer Wayúu es
generadora de ingresos, actúa muchas veces como
comerciante y artesana. El hecho de fabricar y vender
sus productos representa una seguridad económica en
la familia (Hostein, 2010). Ahora bien, cabe resaltar que
algunas actividades relacionadas con manufactura no
son exclusivas del saber femenino, pues en el caso de
las güaireñas, calzado tradicional de la comunidad, los
hombres se han encargado de su fabricación, dado que
ellos aprendieron a usar las máquinas para su fabricación.
Las mochilas y chinchorros, por el contrario, han sido
siempre fabricados por las mujeres (Universidad Externado
de Colombia - ICBF, 2014).
En ese sentido, la alimentación del pueblo Wayúu también
ha estado ligada a la oralidad y la espiritualidad. Los
alimentos son catalogados entre permitidos y prohibidos,
teniendo en cuenta el ciclo vital en que se encuentre
la población, así como, en algunos casos, el género: por
ejemplo, si quien los consume es una mujer en la primera
menstruación, una mujer embarazada, una mujer en etapa de
posparto, un bebé, un niño, un adulto mayor o un enfermo.
En muchos casos, las preparaciones de los alimentos y sus
rituales están relacionados con calendarios productivos,
actividades colectivas o claniles sociales y culturales. Cada
uno de estos momentos está marcado por unos códigos
de comportamiento, por unas prácticas establecidas y por
unos actores del territorio. Por ejemplo, cuando la niña
biológicamente se desarrolla solo puede tener contacto
con su abuela y su madre; en el caso del embarazo, y hasta
un tiempo después del nacimiento, los cuidados deben ser
asumidos por padre y madre. A continuación, se describen
algunos cuidados al respecto:
“Las mujeres cuando estaban embarazadas se cuidaban en
la alimentación, en el sentido que, por ejemplo, la mujer
no podía comerle a cualquiera; o sea que llega a la vivienda
de una persona y le va a recibir…no, no le va a recibir.
Solamente en su casa. ¿Por qué? Porque cuando nace el
bebé, entonces empieza esa etapa de diarrea y desnutrición
porque eso también le cae mal. Se tiene la creencia que
lo que recibe la persona de otro, puede ser una persona
que haya sido homicida, que haya hecho cosas malas, que
tenga malas energías y ella al recibirle ese alimento eso
le genera consecuencias cuando ya nace el bebé. (…)
Tampoco pueden comer alimentos traídos del cementerio,
que se hayan preparado en un velorio, o preparados por
una persona que haya hecho una exhumación de restos
(…) Tampoco pueden ver personas que hayan muerto en
situaciones fuertes, que las hayan asesinado o que hayan
muerto en un accidente (…) Ese es el cuidado que había
en la mujer embarazada antes, que ya no se ve. Mientras
el bebé todavía tiene la conexión con la madre de tomar
el seno, ella todavía tiene que cuidar su alimentación”.
(Ranchería de Palenstu, Maicao, 2020).
Por ejemplo, el encierro, ritual realizado al momento de
la menarquia, ya no se realiza de la forma tradicional que,
en el pasado, consistía en un aislamiento prolongado de
una niña en un lugar de la ranchería para recibir de su
abuela todos los conocimientos y consejos necesarios
para ser una mujer adulta Wayúu. En este ritual, por lo
general, a las niñas le cortaban el pelo a ras del cráneo para
producirles la sensación de pudor, les suministraban tomas
de bebidas preparadas con raíces y frutos del desierto para
el fortalecimiento del cuerpo, les restringían alimentos
como la carne y realizaban baños en la madrugada. En
esta etapa que podía durar meses, e incluso años, la niña
preparaba su cuerpo para la rudeza de la vida adulta en el
desierto y al salir se espera de ella una mujer con carácter y
fortaleza para enfrentar la vida en su territorio y funciones
con la comunidad (Palenstu, 2020).
En la actualidad, en muchos territorios y rancherías, los
pobladores cuentan que las niñas de su comunidad hoy
viven el encierro de manera muy limitada, tan solo un
semana o máximo un mes. Algunos manifiestan que las
niñas ya no realizan el ritual, dado que las familias se han
insertado en las dinámicas institucionales occidentales
como los calendarios escolares, entre otros. En otros
casos, al parecer por los cambios en la cultura alimentaria,
muchas niñas han iniciado su menarquia a muy temprana
edad, 8 a 9 años, por lo cual las condiciones han variado y
las abuelas hoy no sienten la confianza para conversar con
niñas que aún no tienen consciencia de lo que significa la
etapa adulta y de fertilidad.
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