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de nuevo pastos para el pastoreo y algunas plantas que
tradicionalmente se destinaron para usos en actividades
rituales. Finalmente, entre mayo y septiembre, a veces
incluso hasta octubre, se extiende nuevamente un largo
y tortuoso período seco tan agresivo en el territorio que
ha sido denominado joutaleu, que traduce viento que
trae el hambre. Pues desde enero hasta septiembre, hoy
incluso hasta octubre, no cae agua de manera abundante,
por lo cual se siente una ausencia grande de alimentos
cultivados en las “rosas” aún existentes.
De tal manera que, de una matriz alimentaria ancestral
compuesta por claves de sabor del desierto, costa,
sabanas, riveras de ríos y serranías, donde se practicaron
actividades y oficios asociados a la agricultura familiar,
pastoreo, recolección de frutos silvestres, actividades
de caza y pesca; hoy circulan en las comunidades
Wayúu alimentos como harinas industriales -incluida la
precocida de maíz- aceites, café, azúcar, latas de sardinas
y atún, pastas de harina de trigo, jugos industriales en
frasco o caja, bebidas gaseosas azucaradas, galletas
dulces, cubos y papeletas saborizantes y colorantes para
alimentos de sal, entre otros productos de referencia.
Bajo dicha perspectiva, la cultura alimentaria indígena,
en la actualidad, se compone de un alto contenido
de carbohidratos, azúcares añadidos y alto nivel de
consumo de bebidas destiladas artesanalmente, tipo
“churro” o “chirrinche” -particularmente en la población
masculina-, una ausencia sensible en cuanto a proteínas
de origen animal y consumo de hortalizas y frutas.
Poco a poco, de las actividades como el pastoreo de
chivos, por ejemplo, se destina un porcentaje mínimo
para la ingesta o preparación de platos en las familias.
Por el contrario, los chivos son utilizados principalmente
para transacciones, soluciones de disputas familiares
o interclaniles, dotes para matrimonios y otros asuntos
de interacción social, pero en muy pocos casos para el
consumo de la familia que los cuida.
Actualmente, la economía de la población está en
gran medida conectada con las lógicas occidentales
de consumo de bienes y servicios, por lo tanto, varias
generaciones de miembros Wayúu con posibilidades han
accedido a formación universitaria y se han insertado
en las dinámicas asalariadas occidentales. No obstante,
este grupo lo compone una gran minoría de la población.
Por el contrario, el mayor porcentaje de la población se
mueve en las dinámicas de la economía informal en las
zonas urbanas. De ese gran porcentaje, muchos continúan
trabajando en oficios tradicionales de pesca, pastoreo,
pequeñas huertas familiares y actividades de cacería. Sin
embargo, debido a las constantes crisis de movilidad y
ambientales, la economía familiar debe complementarse
con la búsqueda de recursos de otras fuentes.
Las huertas familiares de subsistencia pueden pertenecer
a una familia y ser trabajadas por otras más que se
pueden sumar a las difíciles tareas del campo y aunque
la recolección de frutos silvestres y producción de miel
es frecuente, todo este trabajo no es suficiente para el
abastecimiento de la población. Por este motivo, deben
acudir de manera constante a la compra de productos
en mercados occidentales, dado que muchos de los
productos que antes sembraban, cosechaban y servían
para alimentación ya no están disponibles en el territorio.
De tal manera que la sustitución de alimentos ha sido
progresiva, al punto de que consumen pocas frutas y
hortalizas y han aumentado el consumo de alimentos de
bajo costo de origen industrial. Adicionalmente, con esta
transformación en el consumo de alimentos han perdido,
desde mediados del siglo XX, muchas de las técnicas de
transformación y conservación de alimentos propias del
desierto. Dado que se han insertado en las dinámicas de
mercado de las zonas urbanas de los municipios, y que
para el acceso a los alimentos deben contar con dinero,
los índices de pobreza y desnutrición siguen elevándose
de manera creciente.
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