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ALGUNAS PERSPECTIVAS EN LIDERAZGO ESCOLAR / PRIMERA PARTE
Fueron Vélez-Ibáñez y Greenberg (1992) quienes plantearon que todas las familias, más allá de su condición económica, lingüística y cultural, disponen de habilidades y saberes, germinados en sus prácticas y
modos de vida. La diocultad radica en que tales recursos intelectuales
acostumbran a ser invisibles, o simplemente se niegan en la práctica escolar y estructura curricular debido a las asimétricas relaciones de poder
en el todo social.
La buena marcha de la investigación educativa alrededor de los fondos de conocimiento en el sur de los Estados Unidos, particularmente
en el estado de Arizona, ha tenido su eco en otras latitudes y grupos de
trabajo, interesados en mejorar la formación de profesores, y la educación de adultos, a la luz del compromiso (académico) que auspician en
familias y estudiantes de entornos en los que el riesgo de marginación o
de exclusión no es, precisamente, narrativa de occión (Santos Rego, Lorenzo Moledo, y Míguez Salina, 2022).
Con una perspectiva así orientada, es presumible que esas familias
migrantes podrían ver mejor atendidas sus necesidades en la escuela
(Boquedano-López, Alexandre, y Hernández, 2013), máxime si contribuye a alejarlas de posiciones en las que es costumbre asimilar a las familias
dentro de estructuras y/o culturas escolares que tienden a disminuir tanto el desarrollo social como el éxito académico de la infancia en hogares
deprimidos.
En esta línea de abordaje práctico se ha puesto de relieve que el reconocimiento del saber experto en los padres de comunidades escolares en esas
circunstancias mejoraba la implicación y el aprovechamiento de los estudiantes en distintas materias (la lectura entre ellas), al tiempo que ayudaba a que los progenitores se involucraran más (McLaughlin y Barton, 2013;
véase también Lepkowska y Nightingale, 2019).
Se demostró, asimismo, como un modo de alentar al alumnado a que
saque provecho de su experiencia y destrezas personales, ya que lo más
habitual es dejarlas de lado bajo formatos más convencionales de aprender. Por ello, dado que tanto el trabajo en equipo como el compromiso se
identiocan fácilmente en la inmensa mayoría de las visiones del liderazgo
en educación, los fondos de conocimiento encajan sobremanera, y aportan
valor añadido a una nueva comprensión del liderazgo en nuestro ámbito de realidad. Tal vez porque, como concluía Sinha (2013), es el liderazgo
educativo una de las esferas donde más se nota la innuencia de los aspectos
macro a la hora de entender los aspectos micro, que afectan en directo a la
construcción de la realidad mediante sólidos patrones interactivos.
Los estudios basales sobre el tópico arrancaron con la formación de
grupos de maestros guiados por el propósito de empezar a ver a sus estudiantes teniendo muy presentes experiencias, destrezas y, naturalmente,