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LUIS GONZÁLEZ + CARLOS GÓMEZ / LA TRANSFORMACIÓN ECOSOCIAL DE LOS CENTROS EDUCATIVOS
Estas alianzas no son sencillas ni inmediatas. Para empezar, cambian el
concepto de centro educativo: tirar los muros para hacer que los patios y
las aulas también sean lugares para las familias conlleva abrir los centros
a su participación. Esto pasa por el reconocimiento de que ambas esferas
se innuyen mutuamente. Por un lado, porque la involucración de las familias es un medio para aumentar el éxito escolar, mejorar la calidad de la
escuela y apoyar el desarrollo de la comunidad. Por otro, porque permite
desarrollar una visión común sobre la escuela y un horizonte de futuro
compartido. Esto implica ir más allá del comedor, las extraescolares y las
oestas de on de curso. Es necesario el establecimiento de múltiples conexiones con las familias y la comunidad, ofreciendo una amplia gama
de posibilidades de participación. Además de las relaciones directas que
se establecen entre el profesorado y las familias, se pueden generar otros
espacios de participación como son las comisiones de trabajo, el AFA, las
delegadas o delegados de aula o las escuelas de familias. Asimismo, es importante que las familias puedan entrar en las aulas para ayudar a la tarea
docente y participar en el modo en que se lleve a cabo el currículo ecosocial, entre otras cosas. Los grupos interactivos o las tertulias dialógicas
son un buen ejemplo de estas prácticas (Aubert y col., 2009).
El camino para lograr la implicación de las familias debe recorrerse
también en el sentido contrario: que lo escolar penetre en las casas. Para
ello, una herramienta útil es que los colegios dejen de ser únicamente lugares para la educación del alumnado y pasen a ser multifuncionales. Por
ejemplo, crear