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FUNDAMENTO TEÓRICO DEL PROGRAMA LIDERAZGO PARA UNA EDUCACIÓN INTEGRAL / SEGUNDA PARTE
Los extremos de estos continuos representan elecciones entre orientaciones de valor alternativas. Aunque no existan centros que respondan
completamente a un arquetipo o al contrario en cada variable, estas
disyuntivas pueden servir para que las escuelas trabajen para enfatizar
uno u otro modelo en función de las decisiones que vayan tomando, por
lo que pueden servir como marco para ir construyendo comunidad.
Lógicamente, el cambio hacia la construcción de comunidad tiene repercusiones en el liderazgo. Cuando el liderazgo se basa en la posición
personal en la escuela y en la entrega de recompensas, se privilegia un rol
de autoridad burocrática en forma de mandatos, regulaciones y descripciones de trabajo, respaldado por consecuencias por el incumplimiento
o por el logro de beneocios. Sin embargo, en las comunidades, las fuentes
de autoridad para el liderazgo están arraigadas en ideas compartidas y la
conoanza deriva de la autoridad moral y profesional de los líderes, que
une a los directores y al profesorado en la búsqueda de compromisos y
valores comunes.
Construir comunidad implica la necesidad de que quienes la componen puedan participar, permitiendo que todos los integrantes tomen
parte en el diseño y la construcción de lo común. Entendida de este modo,
más allá de la participación prevista legalmente para los diferentes sectores, se trata de que el centro desarrolle proyectos y persiga ones comunes
como resultado del diálogo, generando identiocación entre sus miembros. Para los estudiantes, además, ello supone la oportunidad de aprender a convivir en una sociedad democrática, contribuyendo a su formación
como ciudadanos activos y responsables (Velásquez y Miranda, 2017).
De hecho, es en relación con los estudiantes cuando mayor sentido
cobra la construcción de la escuela como comunidad. Como ha puesto
de manioesto la psicología, la necesidad de pertenencia es una motivación humana fundamental, por lo que resulta clave que las escuelas funcionen como comunidades de cuidado y apoyo para niños y jóvenes. La
calidad de las relaciones en el seno del centro escolar tiene conexiones
importantes con los procesos cognitivos, los patrones emocionales, el
comportamiento, la salud y el bienestar de los estudiantes, por lo que la
escuela debe adoptar prácticas organizativas que propicien en sus alumnos la experiencia de pertenecer a una comunidad (Osterman, 2000).
En una comunidad, los miembros sienten que el grupo es importante
para ellos y que ellos son importantes para el grupo, que serán atendidos y apoyados. Por tanto, sin olvidar la importancia de los logros académicos, es preciso prestar atención al conjunto de las necesidades de los
estudiantes, dado que la escuela no es solo un espacio de aprendizaje y
crecimiento intelectual, sino un entorno de formación para el desarrollo
integral de los alumnos.