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FUNDAMENTO TEÓRICO DEL PROGRAMA LIDERAZGO PARA UNA EDUCACIÓN INTEGRAL / SEGUNDA PARTE
La comprensión no es una competencia que podamos formar sin acudir
a contenidos culturales concretos. Ciertamente, también sabemos que
la memorización sin más de contenido no garantiza la comprensión ni
el desarrollo del pensamiento crítico, pero los contenidos culturales no
nos resultan prescindibles por dos razones. Primero, porque constituyen
un destilado del intento humano por hacerse cargo del mundo a lo largo
de la historia. En efecto, ya sea a través de las disciplinas más cientíocas
como a través de las más humanísticas o sociales, aprendemos los aciertos
y errores en el camino histórico del conocimiento de la realidad. Segundo, porque a través del aprendizaje de estos contenidos, desarrollamos y
ejercitamos las competencias necesarias (comunicación, creatividad, pensamiento crítico, autonomía personal) para el futuro laboral, para liderar
un proyecto personal de vida y para participar activamente en la sociedad.
Defenderemos, por lo tanto, desde este proyecto, un enfoque competencial del proceso de enseñanza-aprendizaje, aunque no en el sentido
puramente formal del término; es decir, no hablaremos de competencias
en sustitución de contenidos, sino de una acción pedagógica que permita
a los estudiantes comprender el mundo y comprenderse mejor a sí mismos para poder actuar en él.
El enfoque competencial nos va a permitir también, no solo dotar de
sentido a los contenidos que se aprenden, sino reforzar el carácter integral
de la formación humana. En efecto, las competencias permiten pensar los
contenidos en la vida del estudiante y no solo en relación con un examen.
Por ejemplo, enseñar historia no es solo instruir para aprobar una prueba,
sino enseñar a vivir y comprender la ciudad en la que uno habita, de la que
uno disfruta, porque disfrutamos más de aquello que entendemos para,
sobre todo, poder plantearnos participar políticamente en su desarrollo.
Dimensión afectivo-emocional
(WCD, aspectos 2 y 5 del crecimiento humano, resiliencia y desarrollo
de virtudes para soportar la diocultad, desarrollo de un autoconcepto
positivo)
El ser humano también tiene una dimensión que reconocemos como volitiva y relacionada con el querer. ¿Por qué queremos lo que queremos?
¿Es lícito, bueno o valioso sentir lo que sentimos? La realidad, produce en
nosotros diferentes emociones: la oscuridad no conocida miedo, la acogida festiva alegría, etc. Todo ese campo afectivo, que no es sino una forma
de reacción frente al mundo, es, como la dimensión cognitiva, objetivo de
la educación. Igual que podemos enseñar a pensar bien, también podemos enseñar a sentir bien. Podemos educar para vivir la emocionalidad
de manera ajustada a la realidad que la origina. Primero, porque puede
no ser razonable tener miedo o alegría frente a lo que no debería producir