Biblia de estudio Swindoll | Evangelio de Juan - Flipbook - Página 30
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La perspectiva divina
y la humana
JUAN 11:1-44
«SEÑOR, TU QUER IDO AMIGO está muy enfermo» (Jn 11:3). La condición de Lázaro
no mejoraba.
Hubiéramos esperado, como ciertamente los discípulos lo hicieron, que Jesús fuera de
inmediato a ver a Su amigo. Sin embargo, no lo hizo. Él y Sus discípulos se quedaron donde
estaban dos días más. En poco tiempo, Lázaro murió, y lo único que María y Marta tenían
en sus manos era un cadáver. Jesús había demorado de manera deliberada Su visita a Su
amigo, y luego les dijo a los sorprendidos discípulos: «Lázaro está muerto» (Jn 11:14). Los
discípulos podrían haberse preguntado: ¿Por qué demoró tanto en socorrer a Sus amigos?
Debemos aprender temprano en la vida cristiana que el Señor nunca llega tarde,
aunque a menudo se demora. Hay una diferencia. Cuando llegas tarde, significa que deberías haber llegado antes a algún lugar. Sin embargo, cuando decides demorarte, significa
que de manera deliberada planeas llegar tarde. Cuando parecía que Jesús ignoraba la
invitación de las hermanas no era asunto de llegar tarde, como ellas pensaron. A propósito
retrasó el tiempo de Su llegada por una razón: sabía que sería para algo mejor.
Ahora, para los hijos de Dios, es útil tener en cuenta que el Señor de los cielos, quien
también es nuestro amoroso Padre celestial, no lleva a cabo Su voluntad de acuerdo con
nuestros tiempos, aunque a menudo sentimos que Él debería hacerlo. Regularmente
encontramos razones para pedirle a Dios que haga lo necesario por nosotros en un plazo
determinado, y que nos responda de la manera en que se lo pediTener la
mos. Cuando Él no lo hace, comenzamos a sentir desilusión o
amargura. Pensamos: Dios no me escucha. Dios no responde. A
perspectiva
Dios no le importa. Sin embargo, ninguna de esas declaraciones es
divina es
cierta. La verdad es que el tiempo de Dios no está de acuerdo con
nuestro tiempo. María y Marta tenían que aprender eso. Puede ser
confiar en que
una lección difícil.
Dios sabe lo que
En cada momento consciente de tu vida, puedes mantener una
de dos perspectivas distintas: la humana o la divina.
está haciendo.
La perspectiva humana tiene esto que decir si tu hermano llega
a estar gravemente enfermo: «Señor, mi hermano está enfermo. Quiero que él viva. Es
demasiado joven como para morir. Sé que Tú puedes sanarlo, y creo que Tú debes sanarlo.
Así que, por favor, ven ahora y haz que vuelva a ponerse de pie». Esa es la perspectiva
humana. Eso es informarle a Dios qué es lo que debiera hacer.
Ahora, aquí está la perspectiva divina: «Señor, enfrento una crisis con mi hermano.
Puedo confiar en Ti, y quiero confiar en Ti. Quiero dejarlo en Tus manos para que hagas lo
mejor por mi hermano. Es mi deseo que él viva y que continuemos disfrutando juntos una
relación en la tierra. Aun así, me someto a ti. Me resigno a Tu plan. Con gran deleite espero
Tu respuesta». Tener la perspectiva divina es confiar en que Dios sabe lo que está haciendo.
Es la mejor de las dos, pero es mucho más difícil.
Una cosa es sentarse en un lugar bonito y cómodo, y decirnos a nosotros mismos:
«¡De acuerdo! Así es como voy a hacerle frente la próxima vez que venga una crisis».
(¡Sería maravilloso que pudieras hacerlo!). Sin embargo, aunque sea muy difícil, la meta real
de la madurez es ser capaz de hacerle frente a las cosas desde la perspectiva divina cuando
te encuentras en medio de la dificultad. Puedes hacerlo, pero se requiere una cantidad
increíble de fe. Significa tener la certeza absoluta de que, con Dios, no hay accidentes y que
Él nunca llega tarde.