Biblia de estudio Swindoll | Evangelio de Juan - Flipbook - Página 15
JUAN 4:24
1363
Dios busca nuestra adoración
JUAN 4:1-26
JE SÚS, UN H OMB R E JUDÍO, se sienta junto a un pozo en Samaria en el cálido sol
del mediodía y comienza a hablar con una mujer samaritana. Puede ser que esto no nos
parezca gran cosa; sin embargo, en esa cultura y en esa época era totalmente escandaloso. ¿Por qué? Primero, es inusual que un hombre judío estuviera en Samaria; los judíos
evitaban esa área porque históricamente los samaritanos eran considerados «mestizos»
y no judíos puros. Si los judíos tenían que ir de Judea a Galilea, ellos acostumbraban a dar
un rodeo para evitar todo el territorio samaritano. Segundo, era inusual que un hombre le
hablara a una mujer desconocida.
Aun así, cuando Jesús está sentado al lado de ese pozo y una mujer llega con su jarra,
Él le pide agua para beber. A ella le sorprende que Él le hable, y luego Jesús le lanza una
frase que provocará su curiosidad: «Si tan solo supieras el regalo que Dios tiene para ti
y con quién estás hablando, tú me pedirías a mí, y yo te daría agua viva» (Jn 4:10). Las
palabras tienen el efecto deseado, y Jesús y la mujer comienzan una conversación sobre
asuntos espirituales. Cuando Jesús le dice que vaya por su esposo,
ella responde que no tiene esposo. Jesús no solo sabe esto,
La adoración
sino también ¡que ya ha tenido cinco esposos! De pronto, ella se
dirige toda
encuentra descubierta. Ni siquiera conoce a este hombre y Él le
está diciendo los detalles privados de su vida. La culpa se apodera
nuestra
de ella. Se siente incómoda y avergonzada.
atención hacia
Intranquila, la mujer samaritana decide cambiar de tema.
Pregunta por qué dicen los judíos que Jerusalén es el único lugar
el Único digno
para adorar a Dios, en tanto que los samaritanos afirman que el
de ella.
lugar correcto en realidad es el monte Gerizim, que estaba justo
detrás de ellos. Jesús le aclara que la adoración ya no está relacionada con un lugar específico, sea Jerusalén, cierta montaña u otra ubicación. Mira Sus
palabras en Juan 4:21: «Créeme, querida mujer, que se acerca el tiempo en que no tendrá
importancia si se adora al Padre en este monte o en Jerusalén». Y va más allá. Tiene la
audacia de decirle que ella no está relacionada con el Dios vivo: «Los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad». (Jn 4:23). Él aclara que la adoración no es un
tanteo místico en la oscuridad, con la esperanza de llegar a alguna deidad que podría estar
escuchando, o no. Es una conexión clara, definida y consciente con el Dios vivo. De hecho,
Él declara: «El Padre busca personas que lo adoren de esa manera. Pues Dios es Espíritu,
por eso todos los que lo adoran deben hacerlo en espíritu y en verdad» (Jn 4:23-24).
Qué gran pensamiento: Dios busca nuestra adoración.
Entonces, eso nos lleva a una pregunta: ¿qué es la adoración? Es atribuirle un valor
supremo a Dios, quien es el único digno de ello. Cuando adoramos, eso es lo que hacemos.
El propósito de la iglesia es cultivar adoradores. No es un lugar para hacer contactos
para los negocios, o para tachar algo de la lista de pendientes de la semana, o para llevar
a tus hijos para que ellos obtengan algo de ello. No, es un lugar para aprender de nuestro
Dios, para que nuestra adoración y nuestra comprensión de Él lleguen a ser más profundas
y más significativas. Es un lugar en el que le damos nuestra alabanza y gratitud.
¿Por qué es tan importante la adoración? Porque dirige toda nuestra atención hacia el
Único digno de recibirla.